Hace unos días que dejamos a los niños con mis padres para que pasen una semana en la playa, y la casa no es la misma sin ellos.
Todo está en silencio y ordenado, no hay gritos ni carreras por el pasillo, no hay prisas o peleas en el baño, ni llamadas a cenar o para que recojan el cuarto. Tampoco oímos sus risas ni las preguntas constantes a las que Sergio nos tiene acostumbrados, no hay juegos de mesa ni bromas a quien pierde, no hay pelis de dibujos ni besos de buenas noches a los pies de sus camas.
Es un placer haber estado gran parte de la tarde leyendo después de una siesta reparadora tumbada en el sofá sin tener ninguna interrupción. Es un placer que mi marido me despierte con un beso y me pregunte qué me apetece hacer esta tarde. Es un placer salir a dar un paseo cuando el calor nos da tregua y terminar cenando en alguna terracita a la que hace tiempo que queríamos ir, sin prisa por volver a casa. Es un placer poder ir a ver una película al cine en la que los protagonistas no sean animales.
Y sin embargo…¡los echo tanto de menos!
Cualquiera que sea padre podrá entender estos sentimientos tan contradictorios, ese echarlos de menos y a la vez desear esta semana tan necesaria para nosotros.
El día a día durante la mayor parte del año es duro. Después de nuestra jornada laboral empieza nuestro segundo trabajo en casa con los estudios y con todas las actividades que realizamos para que Sergio sea cada vez más autónomo y entienda mejor el mundo que le rodea.
Acabamos agotados, tanto física como psicológicamente, y esta semana que pasan con los abuelos es un regalo para nosotros.
Al principio nos costaba dejarlos, sobre todo a Sergio, por el trabajo que ello supone. Pero nos hemos dado cuenta que es un tiempo fundamental que necesitamos, como pareja e individualmente.
Es vital poder desconectar aunque sea por unos días, tener un respiro y cargar pilas para volver a la carga con fuerzas renovadas. Igual de importante es cuidar de ellos como cuidar de nosotros, si estamos bien todo funciona mejor. Esta es una premisa que tanto mi marido como yo tenemos siempre muy presente y somos afortunados de contar con una familia que siempre está ahí para echarnos una mano.
Hoy, como cada noche, los llamaremos para ver qué tal han pasado el día. Sergio como siempre nos dirá que bandera había hoy en la playa, que ha comido y que le va a preparar la iaia para cenar.
Nos recordará cuando tenemos que ir a recogerlo y la revista que quiere que le llevemos.
Adorable rutina que unas veces nos agota y otras muchas echamos de menos.