Últimamente se ha formado un debate en las redes sociales en torno al autismo, en el que se han creado varios bandos. Autistas por un lado, padres de autistas por otro e incluso autistas contra autistas.
Los autistas van en contra de aquellos padres que a su parecer odian el autismo argumentando que odiar el autismo es lo mismo que odiar a sus hijos y los padres nos vemos profundamente atacados al ponerse en cuestión el amor que sentimos hacia nuestros hijos.
Me resulta muy difícil decantarme por un bando y me produciría una tremenda tristeza tener que hacerlo. Deberíamos remar todos en la misma dirección.
Para mi es importante la opinión de cada uno siempre que se dé desde el respeto. Es enriquecedor leer a otros padres sobre las experiencias que tienen con sus hijos, al igual que lo es leer a autistas adultos que te explican el autismo desde dentro.
Entiendo que los autistas se puedan ofender ante comentarios de odio hacia el autismo. Aunque al ser algo que forma parte de su propio ser, es un ataque tremendamente personal, les pido un poco de comprensión. Yo misma tuve ese sentimiento hace tiempo ya que, por mi absoluta ignorancia de entonces, odié el autismo y lo convertí en el culpable de todos mis sufrimientos.
Para un padre es duro enfrentarse al diagnóstico de autismo y lo es más cuando no sabes nada de lo que ello supone. Todos sentimos miedo ante lo desconocido.
Se necesita tiempo para digerir, asumir, entender y comprender el tsunami de emociones que a partir de ese momento sentimos. Cada familia lo lleva como puede, ni mejor ni peor, a su ritmo y hay que respetar el estadio en que se encuentre cada padre y darle su tiempo.
Y porque no hay dos autistas iguales, cada familia pasa por sus propias dificultades, en algunas coincidimos y en otras apenas hay similitud. Lo que nos iguala a todas es la preocupación que sentimos por nuestros hijos, los enormes esfuerzos que hacemos a nivel laboral, económico y personal para que ellos avancen, los momentos de angustia cuando inconscientemente se ponen en peligro, la impotencia cuando no entendemos qué les pasa, la lucha diaria por hacer respetar sus derechos, la falta de sueño, el cansancio, el miedo por su futuro…. pero sobre todo, el sentir un inmenso AMOR por nuestros hijos.
Por eso nos duele que ese amor se cuestione y nos acusen de odiarlos y de transmitirles sentimientos negativos. Quiero a Sergio como es, lo quiero 360º y no me canso de decírselo para que lo tenga siempre presente. Estoy muy orgullosa de él y no porque sea autista, sino por todo lo que ha conseguido y por lo mucho que nos enseña cada día. No imagino la vida sin él y no lo cambiaría por nada del mundo, aunque sí cambiaría las dificultades que lo limitan en mayor o menor medida.
Hace mucho que deje de odiar y me reconcilié con el autismo. Lo acepto e intento cada día aprender para comprender, lo que no evita que a veces piense en esa varita mágica con la que muchos padres en alguna ocasión soñamos.
Ejemplarizante como siempre! Gracias por ser así Marta.
Precioso,Marta.
No se puede describir mejor.
Muchas gracias María José