Hace poco más de un año mi hija nos preguntó si los reyes éramos los padres. Ante una pregunta tan directa y valorando que ya tenían 13 y 10 años y era mejor que lo supieran por nosotros, decidimos contarles la verdad.
Nos sentamos todos juntos en el sofá y les contamos que los Reyes de Oriente existieron hace muchos años pero que ahora éramos los padres los que nos convertíamos en pajes reales por unos días y dejábamos los regalos. Les pedimos que guardaran el secreto, al igual que lo habíamos guardado nosotros, porque era labor de cada padre contárselo a sus hijos.
Mi hija se lo tomó bastante bien, yo creo que algo sospechaba. Quien más nos preocupaba era Sergio, no sabíamos cómo iba a reaccionar pero con un vale zanjó la conversación.
Un año después y faltando muy poco para el día de Reyes nos hemos dado cuenta de que Sergio entendió a medias aquella conversación.
Mi hija ha decidido convertirse también en paje y piensa con ilusión qué puede regalarles a sus abuelos y a nosotros. Sergio en cambio pregunta si vamos ir al puerto a recibir a los Reyes y ha vuelto a escribir la carta para sus majestades. Una carta larguísima con la que nos ha sorprendido pidiendo un montón de cosas, la mayoría libros, películas y algún juego que dudamos en comprar por ser demasiado infantiles para su edad.
Tras hablar un poco con él del tema nos hemos dado cuenta de que Sergio sabe que los Reyes somos nosotros, pero su literalidad le lleva a pensar que eso es así sólo en nuestra casa y que a casa de los abuelos y tíos van los Reyes de verdad.
Hemos decidido, por las fechas en las que estamos, dejar las cosas como están. Ya tendremos tiempo cuando pasen las fiestas de retomar de nuevo la conversación.
Sergio está ilusionado con la llegada de los Reyes y esto es algo que nos da miedo romper, porque durante muchos años el día de Reyes era un día muy duro para nosotros.
Sergio no disfrutaba de la magia de estos días. No quería cabalgatas, ni acercarse a los Reyes Magos porque le daban miedo, no quería abrir paquetes ni se entusiasmaba con ningún juguete.
Ir de casa en casa recogiendo los regalos le ponía nervioso e irritado y, mientras el resto de la familia abríamos los nuestros, él se encerraba en algún cuarto para hablar sólo o para ojear su libro preferido. Con el tiempo entendimos que era su forma de relajarse y que no le debíamos imponer la manera en que debía disfrutar.
Y aunque nos costó darnos cuenta de que lo que él necesita no es lo mismo que lo que nosotros necesitamos, vamos aprendiendo a respetar sus tiempos. Intentamos no agobiarlo con demasiados regalos y que los abra poco a poco, que se vaya a su habitación cuando lo necesite y que vea cuando le apetezca lo que le han dejado sus Majestades.
Hemos aprendido a disfrutar todos juntos de el día de Reyes al ritmo de Sergio, porque sin estar él a nuestro lado no tiene sentido.
Precioso como siempre
Feliz año y que disfrutéis de los Reyes Magos
Muchas gracias Isa. Igualmente