En el colegio de mis hijos, el primer viernes de Mayo se celebra el día del cole. Es un día muy esperado por todos los alumnos, en el que se realizan actividades culturales y deportivas con música amenizando la jornada.
Mi hijo no lo vive igual. Para él es un día caótico. Tanto tiempo en el patio, con demasiado ruido de fondo, demasiadas actividades y demasiados niños alrededor hacen que alcance unos niveles de ansiedad y nerviosismo elevados.
Siempre que tiene una actividad que se sale de su rutina diaria, le anticipamos todo lo que va a ocurrir con la ayuda de pictogramas y esto le genera más seguridad. Sabemos que para él son situaciones estresantes pero aun así le animamos a que participe en todas ellas.
Queremos que haga, en la medida de lo posible, las mismas cosas que sus compañeros. Hace tiempo que intentamos no ponerle límites a sus actividades, aunque a veces el miedo y la inseguridad nos hagan dudar. Lo más fácil sería no intentarlo, dejarle encasa y evitarle ese “sufrimiento”, pero no podemos tenerlo siempre en una burbuja, la vida a veces puede ser muy complicada y tenemos que prepararle para ella.
Este año el día del cole fue especial. La última prueba era una carrera por cursos alrededor del patio. Sergio estaba bastante agobiado pero no quiso irse a casa antes de hacer la carrera: “Papis, tengo que correr”
Se colocó junto a sus compañeros y a la señal de preparados, listos, ya, todos empezaron a correr. Mi hijo, a su ritmo, pronto quedó el último y entonces vimos como un compañero corría a su lado. Le hacía de liebre, de guía, para que no se dispersara y así conseguir acabar la carrera.
Para nosotros fue un gesto de generosidad tremenda: un compañero había decidido no competir para ayudar a mi hijo.
Cuando cruzaron la meta, el resto de alumnos rompieron en aplausos. Todos animaban a Sergio y coreaban su nombre. Aunque estábamos orgullosos de nuestro hijo por el esfuerzo realizado, no podíamos apartar la mirada emocionada del compañero que le había guiado y que sonreía contento por la misión cumplida.
Con la entrega de trofeos la sorpresa fue mayor, a Sergio le dieron un premio por su esfuerzo, una medalla que no se quitó del cuello hasta que llegamos a casa.
No sé hasta qué punto mi hijo es consciente de todo lo que le quieren sus compañeros. Va contento al cole porque se siente integrado por el resto. Aunque no juegue con ellos y esté la mayor parte del tiempo refugiado en su mundo, no le rechazan, cuentan con él y se turnan para ayudarle.
No le ponen nombre a lo que le pasa a Sergio pero tampoco les hace falta. Lo aceptan como es, sin burlas ni menosprecio. Al contrario, celebran cada logro de mi hijo como si fuera propio.
Ojalá no cambien nunca y sigan demostrando estos valores de comprensión, tolerancia, respeto y cariño cuando sean adultos. Muchos de nosotros deberíamos aprender de ellos.
Debió ser un día intenso y lleno de emociones para todos!!
Sergio ha tenido mucha suerte porque está rodeado d gente que le quiere muchísimo y cada día es un paso más del camino…
Lo de los pictogramas es una pasada,realmente funcionan…quizás sería bueno que algún post lo dedicaras a ese aspecto….toda información es útil!!!!