Has pasado una mala noche, te movías inquieto en la cama y hasta que no has vomitado no has conseguido volver a dormir.
El despertar no ha sido mejor. Te has empeñado en ir a clase, en repetir hasta enfadarte que estabas bien, en no querer que te tocara para ver si tenías fiebre. Por fin, casi llegando al colegio, he conseguido que me dijeras que te encontrabas un poco mareado y he podido dejarte en casa de los abuelos pese a tus negativas.
Me he ido a trabajar preocupada y muy triste.
¿Por qué no me lo cuentas? ¿Por qué no puedes decirme que te encuentras mal?
Tras mucho insistir me has dicho que no me lo cuentas por miedo, miedo a no ir al colegio. Para tí es importante ir al cole, mantener tus rutinas pero me duele que en ocasiones sea a costa de todo, incluso de tu propia salud.
Sé lo mucho que te cuesta expresar tus sentimientos, pero me cuesta comprender por qué no me dices que estás enfermo. Supongo que todo está relacionado, lo físico y lo psicológico, y te cuesta reconocer lo que te pasa por dentro.
Yo todos estos años no he dejado de observarte y he aprendido a reconocer que cuando estás muy contento no paras de dar saltitos y mover las manos, cuando estás nervioso, te mueves de arriba a abajo o me clavas las uñas en los brazos y cuando estás asustado, gritas y te tapas los oídos.
Pero hay todo un abanico de emociones que se me escapan. Muchas veces se me escapa cuando estás ilusionado, preocupado o triste, si alguna vez has sentido celos de tu hermana o te hemos decepcionado. Ahora, mientras escribo estas líneas, no soy capaz de recordar la última vez que te vi llorar.
Esto es una de las cosas que menos me gusta de tu autismo, lo mucho que me cuesta llegar hasta ti, lo difícil que me resulta lograr que me digas cómo te sientes y tener que tirar de cada palabra una a una.
Cuando eras pequeño pensaba que con la edad cambiaría pero tienes ya 14 años y no ha sido así. Ha mejorado, pero esa dificultad sigue ahí y no dejo de pensar que es algo que forma parte de ti, que es parte de tu forma de ser y como tal hemos de aceptarla.
Pero no por aceptarla vamos a dejar de intentar bucear en tu interior, de dejar de preguntarte una y otra vez cómo te sientes. Porque te queremos y necesitamos que compartas con nosotros todo lo que te pase.