Hemos esperado mucho tiempo y trabajado duro para conseguir que nuestro hijo fuera capaz de comenzar a expresar alguna de las cosas que no le gustan, le inquietan o le ponen muy nervioso. Un ejemplo son los ruidos fuertes.
Si conocéis a alguien con Asperger sabréis a qué me refiero puesto que suelen tener hipersensibilidad auditiva, que hace que no soporten determinados sonidos, sobre todo si son fuertes e imprevistos.
Cuando Sergio era pequeño, su hipersensibilidad era más acusada. No soportaba el ruido de un aspirador, un taladro o un simple secador en marcha. Se tapaba los oídos, chillaba y aleteaba sus manos delante de la cara para tratar de aislarse de la situación. No había consuelo hasta que el ruido cesaba, causando en nosotros impotencia e incomprensión ante las reacciones tan desmesuradas de nuestro hijo.
Con el llanto de su hermana pequeña era peor. Apenas le prestaba atención durante el día pero, cuando oía el lloro, se quedaba paralizado, le cambiaba el gesto y pedía a gritos que se callara y que lleváramos al bebé a otra casa con otros padres… Fue una etapa dificilísima en la que tuvimos que estar muy unidos y echar mano de todo nuestro amor para tratar de ayudar a nuestro hijo.
El entorno tampoco nos lo puso fácil, como en otras ocasiones e igual que ante otras reacciones desconocidas. Lo achacaban a celos o sobreprotección, nos acusaban de malcriarlo y reprochaban un comportamiento que no entendían y que nosotros no acertábamos a explicar. Es fácil juzgar una situación desde fuera, sin intentar ponerse en la piel del que la está sufriendo. Citando a Temple Grandin, Doctorada en Ciencia Animal y autista, “la gente no suele ser sensible con la sensibilidad auditiva de los autistas, y no lo son porque jamás se han sentido angustiados o atemorizados por un procesamiento cerebral defectuoso”
Gracias a nuestras ansias de saber cada día más sobre este síndrome y a la ayuda y explicaciones de las terapeutas, fuimos entendiendo qué era la hipersensibilidad y aprendimos a modificar conductas para evitar los momentos de angustia.
Hoy en día, Sergio tolera muchos ruidos que antes no soportaba, como el secador. Hay otros, sobre todo los inesperados, a los que todavía le cuesta acostumbrarse. Le asustan los ladridos, los petardos y es difícil que permanezca en lugares con mucha gente en los que el ruido del ambiente es elevado. No soporta los globos, ni siquiera verlos… los odia porque sabe que en cualquier momento pueden explotar, pero no sabe cuándo será. Y el llanto de un niño le sigue afectando, aunque de manera distinta: ya no chilla ni aletea las manos, ahora sólo se queda quieto, pregunta insistentemente por qué llora ese niño y su cara refleja tristeza.
Aunque no nos gusta verlo triste, a nosotros nos invade una gran alegría, porque nos damos cuenta de que empieza a empatizar con el niño que llora. Y eso significa que vamos por buen camino.
El símbolo pictográfico utilizado forma parte de la colección de pictogramas de ARASAAC (http://catedu.es/arasaac/), obra colectiva propiedad de la Diputación General de Aragón y ha sido creado bajo licencia de Creative Commons.
Marta, gracias por compartir tus vivencias. Además de hacer que admire cada vez más a padres como vosotros que cada día lucháis por adaptaros a vuestro hijo, nos ayudáis a comprenderlos mejor.
Bss y enhorabuena por tu artículo.
Gracias a ti por leerlo. Me alegro que te ayude a ir entendiendo mejor este sindrome.Bss