Muchas veces he deseado poder, aunque fuera por un día, ver y sentir el mundo como lo hace mi hijo. Y otras muchas he intentado que Sergio se adapte a nosotros sin darme cuenta que igual de importante es que nosotros nos adaptemos a él.
Esto me lleva a pensar qué podría necesitar mi hijo de las personas que le rodean. De esta sociedad que a veces parece tan cerrada, fría y carente de todo sentimiento de inclusión hacia la diversidad.
- Una mente abierta para entender que existen otras maneras de pensar, hacer y ver las cosas a las que estamos acostumbrados y que pueden ser igual de válidas.
- Tolerancia y paciencia. Respetar su forma de ser y no pretender que sea siempre él quien se adapte a nosotros. Y grandes dosis de paciencia para explicar unas reglas del juego social que los demás aprendemos instintivamente y que a él le cuestan tanto entender.
- Un entorno estructurado y predecible, donde sea posible anticipar lo que sucederá. Esto a veces se vuelve muy complicado porque no siempre podemos controlar todo lo que pasa a nuestro alrededor. Sergio, conforme ha ido creciendo, ha mejorado en su inflexibilidad y empieza a aceptar que en ocasiones los planes cambian y que no tenemos la culpa de ello.
- Explicar las cosa de manera concreta y sencilla. Suelen tener dificultades para la comprensión de bromas, frases hechas o de metáforas. A nosotros nos han ayudado mucho los apoyos visuales sobre todo de pequeño, pero a día de hoy los seguimos utilizando.
- Ayudarle a entender las emociones que los demás sienten, ya que en muchas ocasiones no sabe interpretar los gestos o el tono de voz de los que estamos a su lado. Más de una vez he tenido que exagerar mi enfado levantando la voz y marcando más mis gestos para que se diera cuenta de cómo me sentía.
- Respetar sus momentos de soledad. Esto es algo que nos ha costado mucho aceptar y nos sigue costando porque es duro que tu hijo quiera estar solo o no quiera compartir una película contigo, pero intentamos respetarlo. Él es feliz entre sus libros o hablando solo de sus intereses en su cuarto y podría estar así todo el día, ahora incluso se cierra la puerta para aislarse más del resto de la casa. Así que le dejamos su espacio a cambio de que luego comparta actividades en familia. Pactamos los tiempos y esto es algo que nos va funcionando.
- No esperar que tenga iniciativa. Sergio no la tiene. No sabe a qué puede jugar o en qué emplear su tiempo libre. Tenemos que dirigirlo y estructurarle el tiempo, esto es algo que resulta agotador sobre todo en época de vacaciones pero hemos aprendido a hacerlo.
- No interpretar su actitud como si tuviera malas intenciones. Intentamos comprender el por qué de sus acciones, incluso de las más extrañas, sin dejarnos llevar por el sentimiento de que lo hace por “fastidiar”. Para ello la ayuda de su terapeuta es fundamental y a ella recurrimos siempre que un comportamiento nos sobrepasa y también echamos mano de todo nuestro amor, un amor incondicional hacia nuestro hijo.
- Reforzar cada uno de sus logros por pequeños que sean. A todos nos gusta que nos feliciten cuando hacemos las cosas bien y en esto Sergio no es diferente. Sonríe y se le ilumina la cara de una forma difícil de explicar y esto nos anima a centrarnos en todo lo que va consiguiendo y no solo en lo que no puede hacer.
Y lo más importante, aceptarlo como es y hacerle sentir incluido y que es igual de válido con todas sus dificultades como aquellos que no las tienen. No verlo como un enfermo o un bicho raro sino simplemente como una forma de ser.
Si tienes cerca a alguien con autismo, date y dale la oportunidad de conocerlo.