Hace 15 años que trabajo en la misma farmacia, y nada tiene que ver la de entonces con la de hoy en día.
Todos los sectores han ido evolucionando pero, en el caso de la farmacia, el cambio y la reinvención han sido casi obligatorios: medicamentos desfinanciados, bajada de precios mes si y mes también, impagos por parte de la administración… Han hecho que dejemos de adorar a nuestra querida receta y potenciemos otras categorías que teníamos un poco olvidadas.
Hemos cambiado el espacio, la propuesta comercial, hemos apostado por los servicios y hasta hemos cambiado el blanco de nuestras batas.
Lo que no ha cambiado es el buen hacer de los que estamos detrás del mostrador. Nuestra prioridad sigue siendo mejorar la salud de nuestros clientes y ofrecerles la mejor de las atenciones, dejar huella en ellos.
En cada dispensación el farmacéutico emplea todo su conocimiento en beneficio del paciente. Un ejemplo es la venta cruzada que, además de ser una herramienta para aumentar la facturación, nos permite ofrecer un segundo producto que mejore los resultados del tratamiento. De esta forma, superamos las expectativas de nuestros clientes, satisfacemos sus necesidades y damos un paso más para conseguir su fidelización.
Así que imaginaos de cuántos colores se pone mi cara cuando, tras aconsejar a un cliente, oigo: “Ya , ya, lo que tú quieres es vender, eh?”
¡Pues claro que quiero vender! Pero sobre todo quiero que mis clientes estén cada día más sanos, que perciban la farmacia como un espacio de salud y que sean conscientes de que los que estamos detrás del mostrador nos preocupamos por su bienestar.
Estamos acostumbrados a que en cualquier comercio o súper del barrio nos ofrezcan al pagar el producto que tengan en promoción, ya sea colonia, paños de cocina o magdalenas.
No nos molesta, es más, sonreímos y aceptamos o negamos según tengamos el día. Entonces, ¿por qué en la farmacia, cuando ofrecemos un segundo producto de salud, nos salen con que sólo queremos vender? El súper también quiere vender pero… la gran diferencia es que las magdalenas para el desayuno no son muy saludables ni le ayudarán a mejorar su tratamiento, y lo que ofrecemos en la farmacia sí.
Afortunadamente, estos clientes son los menos y la mayoría agradece el consejo y la información dada, independientemente de que adquiera ese segundo producto o no. Así que ese es el camino a seguir, lo que nos diferencia y aporta valor a nuestro trabajo diario y si, nos hace vender más.